Adriana Letechipía
El ojo que todo lo mira escudriña cada planeta. Revisa sus variables y topografía. Flota sobre la superficie, se deja acariciar por las ráfagas de viento. La lluvia resbala y forma lágrimas que escurren de él. Contempla el sol mientras prepara su memoria. Mira hacia la noche, piensa en un nuevo destino. Analiza la posibilidad de sembrar vida y determina que este mundo lleno de soledad es perfecto para ello. Se graba cada uno de los rincones del sitio antes de irse.
Volverá a él cuando el siguiente mundo parezca un buen lugar para sembrar más semillas.
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